The sermon discusses the Christian life as a longing that leads to the realization of one's goals. It emphasizes the significance of Jesus being presented as the presence of God on the mountain, through the sermon on the mount, transfiguration, and crucifixion. The transfiguration reveals the true nature of Christ's divinity and serves as a preview of the resurrection and heavenly life. The three apostles who witnessed this were given a glimpse of the beauty that awaits in heaven. The transfiguration occurred during Jesus' prayer, highlighting the importance of seeking God with a pure heart. It also mentions that understanding and embracing one's destiny requires desire and the acceptance of sacrifices. The sermon encourages living a life that embodies the beauty of truth and goodness through prayer, sacraments, and the delivery of fruits of God's presence to others. It concludes by emphasizing the importance of honoring and treating others with love and loyalty, as this is where God w
Palabra de vida hoy, domingo segundo de cuaresma, al pan por la Palabra. Nadie querrĂa tener un hijo si no se millara mĂ¡s que el tiempo del embarazo, ni se estudiarĂa una carrera si no se anhelara desarrollar una profesiĂ³n que requiere tanta preparaciĂ³n y entrega. ¿QuiĂ©n practicarĂa un deporte de competiciĂ³n si no hubiera mĂ¡s que entrenamiento? La vida cristiana no es sĂ³lo el tiempo de gestaciĂ³n de una nueva vida, ni es un estudio y preparaciĂ³n sin fin, ni un entrenamiento sacrificado que no va mĂ¡s allĂ¡ de sĂ mismo.
La vida cristiana es un anhelo que hace realidad la meta a la que se tiende, mĂ¡s cuanto mĂ¡s se desea, y a alcanzarla uno mĂ¡s se entrega. En el monte, lugar de la presencia de YahvĂ© y de la Alianza en el Antiguo Testamento, el monte Ored, el monte SinaĂ, es donde San Mateo, un judĂo que escribe su Evangelio para judĂos, ubica el sermĂ³n de la montaña, la transfiguraciĂ³n y la crucifixiĂ³n, presentando asĂ a JesĂºs, sobre el monte, como la nueva presencia de Dios, ahora cercana y diĂ¡fana.
Quien se hizo carne y acampĂ³ entre nosotros, la Palabra, en el monte se hace audible en las bienaventuranzas para mostrarse deseable, atrayente, bello en su transfiguraciĂ³n. AsĂ, cuando se alza exĂ¡nime, roto y sin voz, sobre el monte de la cruz, el Calvario, los suyos recordarĂ¡n sus palabras. Yo soy. Cuando JesĂºs se aplica el nombre de Dios, YahvĂ© revelado a MoisĂ©s. Por eso aparece entre MoisĂ©s y ElĂas como centro de la ley y dos profetas, porque Él ahĂ se manifiesta como el sentido y el centro de toda la revelaciĂ³n anterior.
La transfiguraciĂ³n es la muestra anticipada de la meta, es la revelaciĂ³n del verdadero aspecto de Cristo, el de su divinidad, el de una divinidad en la humanidad que hizo suya. Pedro, Santiago y Juan, contemplando la belleza de la divinidad del Señor, se preparan para afrontar el escĂ¡ndalo de la cruz. La transfiguraciĂ³n es un anticipo de la resurrecciĂ³n y de la vida del cielo. Con razĂ³n dijo Pedro, que bien se estĂ¡ aquĂ. El Señor llevĂ³ consigo a los tres apĂ³stoles que mĂ¡s le demostraban su amor y su fidelidad, y en ellos los dejĂ³ una muestra sensible de la belleza que nos espera en el cielo.
La transfiguraciĂ³n aconteciĂ³ mientras JesĂºs oraba, porque en la oraciĂ³n es cuando Dios se hace presente a quien lo busca con pureza de corazĂ³n, con corazĂ³n sencillo, con intenciĂ³n pura. AsĂ, como el Hijo JesĂºs estaba en presencia de Dios Padre, asĂ estaban los apĂ³stoles ante el rostro de la divinidad, JesĂºs, percibiĂ©ndolo como Dios en tanto que un ser humano lo puede percibir como una belleza deslumbrante, el resplandor de la verdad y del sumo bien. Seis dĂas antes del dĂa de la transfiguraciĂ³n, JesĂºs les habĂa hablado acerca de su pasiĂ³n, muerte y resurrecciĂ³n, pero ellos no habĂan entendido a quĂ© se referĂa, porque nunca se entiende aquello que no se desea.
Para ensanchar sus entendederas y tambiĂ©n la generosidad de su corazĂ³n de discĂpulos, JesĂºs regalĂ³ a Pedro, Santiago y Juan experimentar lo que es el cielo, el disfrute pleno y sin fin de la belleza que Dios es. DespuĂ©s de ellos, los hijos de la iglesia recibimos gracias y dones particulares segĂºn la propia vocaciĂ³n y estado de vida, para poder comprender mejor cuĂ¡l es nuestro destino por desearlo, sin rechazar las renuncias y sacrificios que conlleva toda aspiraciĂ³n a una meta elevada.
Mayores, cuanto mayor sea el destino que se persigue. Tendamos a la meta, viviendo el anticipo que se nos da, en la oraciĂ³n y en los sacramentos, a fuerza de encarnar progresivamente la belleza de la verdad y del bien, como forma de vida fecunda que irradia el que llevamos dentro por los frutos de su presencia que podamos entregar a los demĂ¡s. Honrando a Dios, por honrar y tratar a los demĂ¡s como el lugar del encuentro donde Dios quiere que le mostremos amor y lealtad con una forma transfigurada de ser humanos que manifieste al Señor que se ha hecho una sola carne con nosotros.
Paz y bien, con afecto sincero, de vuestros hermanos franciscanos, desde Toledo.