In this podcast, the hosts discuss and recite poems by Horacio de Quiroga and Edgar Allan Poe. They talk about the life of Horacio de Quiroga, a Uruguayan writer known for his fiction and compared to Edgar Allan Poe. They also mention references to Poe's poem "The Raven" in the TV series "Merlina." Then, they recite "The Raven" and discuss its themes. The podcast ends with the image of the raven still perched on the bust of Pallas in the narrator's room.
Buenos dĂas, queridos amantes de la poesĂa. Estamos una vez mĂ¡s en el rincĂ³n de los poetas, en un nuevo capĂtulo llamado Dulce Oscuridad. Con su servidor RaĂºl y mi compañero Giovanni hablaremos y recitaremos algunos poemas. Buenos dĂas RaĂºl y pĂºblico aficionado. Hoy hablarĂ© sobre el poema Noche de Amor del escritor Horacio de Quiroga. Pero antes de recitar el poema hablaremos un poco acerca sobre su vida. Horacio de Quiroga fue un cuentista dramaturgo y poeta uruguayo, reconocido como uno de los cuentistas mĂ¡s importantes de LatinoamĂ©rica.
La calidad de su escritura, su ficciĂ³n maravillosa e incluso su propia locura son comparados con las del escritor estadounidense Edgar Allan Poe. Su vida estuvo marcada por diversas tragedias que le obligaron al suicidio consumiendo un vaso de cianuro a los 58 años. A continuaciĂ³n mi compañero Giovanni nos recitarĂ¡ el extraordinario poema de Noche de Amor del escritor Horacio de Quiroga. Noche de amor bajo la sombra cĂ³mplice, la ingenua tentaciĂ³n en la arboleda. El motivo de vida va pecando como un ensueño de precoz histeria.
Hay quemantes sudores en las pieles, sorda germinaciĂ³n en las arterias, protestas en las curvas no labradas. Y en tu pupila audaz, francas ofertas. La idealidad se tiñe de rubares como un pĂ¡lido lirio de vergĂ¼enzas. En los lechos abiertos y manchados se tiende la pasiĂ³n. La noche arquea su gran complicidad sobre la falta. El lirio de tu sexo se doblega y señala tu carne temblorosa. El Ăndice fatal de mis tropezas, oh la sed de mis labios, cuyos besos recargan la intenciĂ³n que nos rodea.
Oh, el carmĂn de tus labios, cuyo orgullo palidece el fulgor de tus caderas. Dame tu cuerpo, mi perdĂ³n de macho. VerĂ¡ la extinciĂ³n de tu pobreza, como un fauno potente y pensativo, sobre el derrumbe de una estatua griega. Excelente recitaciĂ³n, compañero Giovanni. Esperemos que ese fantĂ¡stico poema haya cautivado sus corazones. Gracias, RaĂºl. Y esto es apenas una pizca de sal a comparaciĂ³n de lo que nos vas a decir. AsĂ es, compañero. HablarĂ© del famoso poema Tell Raven, mĂ¡s conocido como El Cuervo, del legendario escritor y poeta Edgar Allan Poe.
Entonces, cuĂ©ntame mĂ¡s sobre Ă©l. Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crĂtico y periodista romĂ¡ntico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su paĂs. Fue el renovado de la novela gĂ³tica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Antes de que recites tu poema, creo que hay algunas referencias de su poema e historias en la serie Merlina, compañero RaĂºl. AsĂ es, compañero. Y ahora mismo te contarĂ© algunos de ellos de los que mĂ¡s destacan.
Edgar Allan Poe se referĂa a Merlina como el cuervo de su poema, como solitaria, incapaz de confiar en los demĂ¡s. Otro de ellos, mi compañero, es que en la escuela Nevermore toma su nombre del poema mĂ¡s famoso de Poe, Tell Raven o El Cuervo, de 1845. Otro de ellos, mi querido compañero, es que en el episodio 2 Merlina dice una frase muy famosa de Edgar Allan Poe, no creas nada de lo que escuches ni la mitad de lo que veas.
Y por Ăºltimo y mĂ¡s importante, hay una estatua de Poe en los claustros de Nevermore que muestra al escritor sosteniendo un libro en una mano y un cuervo en la otra. Y asĂ compañero, hay una infinidad de referencias en la serie que no bastarĂa un solo podcast para poder explicarlas. Ahora mismo empezarĂ© a recitar el poema Tell Raven o mĂ¡s conocido como El Cuervo. Una vez, al filo de una lĂºgubre medianoche, mientras dĂ©bil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro, de olvida ciencia, cabeceando, casi dormido, oyĂ³se de sĂºbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto.
Es, dijĂ© musitando, un visitante, tocando quedĂ³ a la puerta de mi cuarto. Eso es todo y nada mĂ¡s. ¡Ah! Aquel lĂºcido recuerdo de un gĂ©lido diciembre, espectros de brasas moribundas, reflejadas en el suelo, angustia del deseo, del nuevo dĂa, en vano careciendo a mis libros, diera tregua a mi dolor, dolor por la pĂ©rdida de Leonora, la Ăºnica, virgen radiante, Leonora por los Ă¡ngeles llamada, aquĂ ya sin nombre, para siempre, y el crujir triste, vago, escalofriante, de la seda de las cortinas rojas, llenĂ¡bame de fantĂ¡sticos terrores, jamĂ¡s antes sentidos, y ahora, aquĂ, en pie, acallando el latido de mi corazĂ³n, vuelvo a repetir, es un visitante a la puerta de mi cuarto, queriendo entrar, algĂºn visitante, que adesora mi cuarto, quiere entrar, eso es todo y nada mĂ¡s, ahora, mi Ă¡nimo cobra de brĂos, y ya sin titubeos, señor, dije, oh señora, en verdad vuestro perdĂ³n imploro, mas el caso es que he adormilado cuando vinisteis a tocar quietamente, tranquilo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, ya apenas pude creer que os oĂa, y entonces, abrĂ de par en par la puerta, oscuridad y nada mĂ¡s, escrutando hondo en aquella negrura, permanecĂ largo rato, atĂ³nito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningĂºn mortal se haya atrevido jamĂ¡s a soñar, mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la Ăºnica palabra ahĂ proferida, era el balbuceo de un hombre, Leonora, lo pronunciĂ© en un susurro, y el eco lo devolviĂ³ en un murmullo, Leonora, apenas esto fue y nada mĂ¡s, vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrazĂ¡ndose dentro de mĂ, no tardĂ© en oĂr de nuevo tocar con mayor fuerza, ciertamente, me dije, ciertamente, algo sucede en la reja, algo sucede en la reja de mi ventana, dejad que vea lo que sucede allĂ, y asĂ penetrar pueda en el misterio, dejad que en mi corazĂ³n llegue un momento el silencio, y asĂ penetrar pueda en el mismo misterio, es el viento y nada mĂ¡s, de un golpe abrĂ la puerta, y con suave batir, de alas entrĂ³ un majestuoso cuervo, de los santos dĂas idos, sin asumos de reverencia, ni un instante quedĂ³, y con aires de gran señor, o de gran dama, fue a posarse en el busto de palas, sobre el lintel de mi puerta, posado inmĂ³vil, y nada mĂ¡s, entonces, este pĂ¡jaro de vano, cambiĂ³ mis tristes fantasĂas, en una sonrisa, con el grave y severo decoro, del aspecto de que se revestĂa, aun con tu cresta cernada, y mocha, le dije, no serĂ¡s un cobarde, o rido cuervo, vetusto y amenazados, he vĂ¡lido de la ribera nocturna, dime cuĂ¡l es el nombre de la ribera de la noche plutĂ³nica, y el cuervo dijo, nunca mĂ¡s, cuanto me asombrĂ³ pĂ¡jaro tan desgarbado, pudiera hablar tan claramente, aunque poco significaba su respuesta, poco pertinente era, pues no podemos, si no concordar, en que ningĂºn ser humano, ha sido antes bendecido con la visiĂ³n de un pĂ¡jaro, posado sobre el lintel de su puerta, pĂ¡jaro o bestia, posado en el busto esculpido, de palas en el lintel de su puerta, con semejante nombre, nunca mĂ¡s, mĂ¡s el cuervo, posado solitario, en el sereno busto, las palabras pronunciĂ³, como vertiendo su alma, solo en esas palabras, nada mĂ¡s dijo entonces, no moviĂ³ ni una pluma, y entonces yo me dije, apenas murmurando, otros amigos se han ido antes, mañana tambiĂ©n me dejarĂ¡, como me abandonaron mis esperanzas, y entonces dijo el pĂ¡jaro, nunca mĂ¡s, sobrecogido, al romper el silencio, tan idĂ³neas palabras, sin duda pensĂ©, sin duda lo que dice, es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido, de un amo infortunado, a quien desastre impio, persiguiĂ³, acoso sin dar tregu, hasta que su centinela, solo tuvo un sentido, hasta que las endechas, de su esperanza, llevaron solo esa carga, melancĂ³lica, de nunca, nunca mĂ¡s, mĂ¡s el cuervo arrancĂ³ todavĂa, de mis tristes fantasĂas, una sonrisa, acercĂ³ un mullido, haciendo, frente al pĂ¡jaro, el busto y la puerta, y entonces, hundiĂ©ndome en el terciopelo, empecĂ© a enlazar, una fantasĂa con otra, pensando en lo que este ominoso pĂ¡jaro, de antaño, querĂa decir, grasmando, nunca mĂ¡s, en esto cabĂ la ave, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave, cuyos ojos, como tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho, esto y mĂ¡s, sentado, adivinaba, con la cabeza retinal, en el aterciopelado forro del cojĂn, acariciado por la luz, de la lĂ¡mpara, en el forro del terciopelo violeta, acariciado por la luz, de la lĂ¡mpara, que ella no oprimirĂa, ay, nunca mĂ¡s, entonces, me pareciĂ³ que el aire, se tornaba mĂ¡s denso, perfumado, por invisible, incesario, me sirvo por serafines, cuyas pisadas tinneaban, en el piso alfombrado, miserable, dije, tĂº Dios, te ha concedido, por estos Ă¡ngeles, te he otorgado, una tregua, tregua, de repente, de tus recuerdos de Leonora, apura, oh, apura, este dulce nepente, y olvida, a tu ausente Leonora, y el cuervo dijo, nunca mĂ¡s, profeta, exclamĂ©, cosa diabĂ³lica, profeta, si, seas pĂ¡jaro o demonio, enviado por el tentador, o arrojado, por la tempestad, a este refugio desolado, e impĂ¡vido, a esta desĂ©rtica tierra, encantada, a este hogar hechizado por el horror, profeta, dime, en verdad te imploro, ay, dime, hay bĂ¡lsamo en Galat, dime, dime, te imploro, y el cuervo dijo, nunca mĂ¡s, profeta, exclamĂ©, cosa diabĂ³lica, profeta, si seas pĂ¡jaro o demonio, por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, por ese Dios que adoramos tĂº y yo, dile a esta alma abrumada, de apenas y en el remoto EdĂ©n, tendrĂ¡ en sus brazos, a una santa doncella, llamada por los Ă¡ngeles, Leonora, tendrĂ¡ en sus brazos, a una rara y radiante virgen, llamada por los Ă¡ngeles, Leonora, y el cuervo dijo, nunca mĂ¡s, sea esa palabra nuestra señal de partida, pĂ¡jaro o espĂritu maligno, le gritĂ© presuntuoso, vuelve a la tempestad, a la ribera de la noche plutĂ³nica, no dejes pluma negra alguna, prena de la mentira que profiriĂ³ tu espĂritu, deja mi soledad intacta, abandona el busto del dintel de mi puerta, aparta tu pico de mi corazĂ³n y tu figura del dintel de mi puerta, y el cuervo dijo, nunca mĂ¡s, y el cuervo nunca imprendiĂ³ el vuelo, aĂºn sigue posado, aĂºn sigue posado, en el pĂ¡lido busto de palas, en el dintel de la puerta de mi cuarto, y sus ojos tienden la apariencia de los de un demonio que estĂ¡ soñando, y la luz de la lĂ¡mpara sobre ese derrama, tiende en el suelo su sombra, y mi alma, del fondo de esas sombras, flota sobre el suelo, no podrĂa liberarse, nunca mĂ¡s, podrĂa ser el fin del hombre arraigado.